Derechos del Hombre — por Ayn Rand

Publicado en por Fran Lombardo T.

Quien quiera defender una sociedad libre ha de reconocer que su fundamento indispensable es el principio de los derechos individuales. Quien quiera apoyar los derechos individuales ha de reconocer que el capitalismo es el único sistema que puede defenderlos y protegerlos.

 

«Derechos» son un concepto moral. Son el concepto que proporciona una transición lógica desde los principios que guían las acciones de un individuo a los principios que guían su relación con otros. Son el concepto que preserva y protege la moralidad individual en un contexto social. Son el vínculo entre el código moral de un hombre y el código legal de una sociedad, entre ética y política. Los derechos individuales son la forma de subordinar la sociedad a la ley moral.

 

Todo sistema político está basado en algún código de ética. La ética predominante en la historia de la humanidad siempre ha sido alguna variante de la doctrina altruista-colectivista que subordinaba el individuo a una autoridad superior mística o social. Por consiguiente, la mayoría de los sistemas políticos han sido variantes de esa misma tiranía estatista, variantes que difieren solo en grado, no en su principio básico, y limitadas solamente por detalles accidentales de tradición, caos, luchas sangrientas y colapsos periódicos. Bajo todos estos sistemas, la moralidad fue un código que se aplicaba a la persona pero no a la sociedad. La sociedad estaba al margen de la ley moral, y era considerada como su encarnación, su origen o su intérprete exclusivo; el principal objetivo de la ética en la existencia terrenal del hombre consistía en inculcarle a este la devoción de tener que sacrificarse a su deber social.

 

Todos esos sistemas políticos han sido expresiones de la ética altruista-colectivista, y su característica común es el hecho de que la sociedad estaba por encima de la ley moral, como una omnipotente y soberana adoradora de caprichos. De esa forma, políticamente, todos esos sistemas han sido variantes de una sociedad amoral.

 

El principio de los derechos individuales del hombre significó extender la moralidad al sistema social, limitando el poder del Estado, como protección del individuo contra la fuerza bruta del colectivo, como la subordinación del poder al derecho. Los Estados Unidos fueron la primera sociedad moral de la historia.

 

Todos los sistemas anteriores habían considerado al hombre como un medio sacrificable para los fines de otros, y a la sociedad como un fin en sí misma. Los Estados Unidos consideraron al hombre como un fin en sí mismo y a la sociedad como un medio para la coexistencia pacífica, ordenada y voluntaria entre individuos.

 

Todos los sistemas anteriores habían afirmado que la vida del hombre le pertenece a la sociedad, que la sociedad puede disponer de él como que le plazca, y que cualquier libertad de la que él disfrute es suya solo como un favor, solo por el permiso de la sociedad, un permiso que puede ser revocado en cualquier momento. Los Estados Unidos afirmaron que la vida del hombre es suya por derecho (lo que significa: por principio moral y por su naturaleza), que un derecho es la propiedad de un individuo, que la sociedad como tal no tiene derechos, y que el único objetivo moral del gobierno es proteger los derechos individuales.

 

Un «derecho» es un principio moral que define y sanciona la libertad de acción de un hombre en un contexto social. Solo existe un derecho fundamental (todos los demás son sus consecuencias): el derecho del hombre a su propia vida. La vida es un proceso de acción autosustentada y autogenerada; el derecho a la vida significa el derecho a efectuar acciones de autosustentación y autogeneración, o sea: la libertad para tomar todas las medidas requeridas por la naturaleza de un ser racional para mantener, mejorar, realizar y disfrutar de su propia vida. (Ese es el significado del derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad [mencionados en la Constitución de Los Estados Unidos de América].)

 

El concepto de «derecho» se refiere solo a la acción, específicamente a la libertad de acción. Significa ser libre de compulsión física, coerción o interferencia por parte de otros hombres.

 

Así, para cada individuo, un derecho es la sanción moral de un positivo, de su libertad de actuar, basada en su propio juicio, de conseguir sus propias metas por su propia elección voluntaria y sin coacción. En cuanto a sus vecinos, los derechos de él no les imponen ninguna obligación a ellos, excepto de tipo negativo: abstenerse de violar los derechos de él.

 

El derecho a la vida es la fuente de todos los derechos, y el derecho a la propiedad es su única implementación. Sin derechos de propiedad, ningún otro derecho es posible. Dado que el hombre tiene que mantener su vida por su propio esfuerzo, el hombre que no tiene derecho al producto de su esfuerzo no tiene medios para sostener su vida. El hombre que produce mientras otros disponen de lo que produce es un esclavo.

 

Tened en cuenta que el derecho a la propiedad es un derecho a la acción, como todos los demás: no es el derecho a un objeto, sino a la acción y a las consecuencias de producir o conseguir ese objeto. No es la garantía de que un hombre vaya a obtener un bien específico, sino solo una garantía de que será el propietario de ese bien si lo obtiene.

 

Es el derecho a obtener, guardar, usar y disponer de valores materiales.

 

La cuestión del origen del hombre no altera el hecho de que él es una entidad de una naturaleza específica –un ser racional– que no puede funcionar con éxito bajo coacción, y que los derechos son una condición necesaria para su forma específica de supervivencia.

 

Derechos son condiciones de existencia requeridas por la naturaleza del hombre para su supervivencia apropiada.

 

Violar los derechos del hombre significa forzarle a actuar contra su propio juicio, o expropiar sus valores. Básicamente, solo hay una manera de hacerlo: por la fuerza física. Hay dos violadores potenciales de los derechos del hombre: los criminales y el gobierno. El gran logro de los Estados Unidos fue hacer una distinción entre los dos: prohibiéndole al segundo la versión legalizada de las actividades de los primeros.

 

La Declaración de Independencia estableció el principio de que «para garantizar estos derechos, los gobiernos son instituidos entre los hombres». Eso expresó la única justificación válida del gobierno y definió su único objetivo legítimo: proteger los derechos del hombre al protegerlo de la violencia física.

 

Por lo tanto, la función del gobierno cambió del papel de amo al papel de siervo. El gobierno fue establecido para proteger al hombre de los delincuentes, y la Constitución fue escrita para proteger al hombre del gobierno. La Declaración de Derechos no está dirigida contra ciudadanos privados, sino contra el gobierno, como declaración explícita de que los derechos individuales están por encima de cualquier poder público o social.

 

El resultado fue el modelo de sociedad civilizada que, durante el breve período de unos ciento cincuenta años, Estados Unidos estuvo a punto de lograr. Una sociedad civilizada es aquella en la que el uso de la fuerza física ha sido desterrado de las relaciones humanas; en la que el gobierno, actuando como policía, puede usar la fuerza solo como represalia y solo contra quienes inician su uso.

 

Ese fue el significado esencial y la intención de la filosofía política americana, implícita en el principio de los derechos individuales. Pero no fue explícitamente formulada ni totalmente aceptada ni consistentemente practicada.

 

La contradicción interna de Estados Unidos fue la ética altruista-colectivista. El altruismo es incompatible con la libertad, con el capitalismo, y con los derechos individuales. No es posible mezclar la búsqueda de la felicidad con el estatus moral de un animal sacrificable.

 

Fue el concepto de los derechos individuales el que dio a luz una sociedad libre.

 

Una tiranía colectivista no se atreve a esclavizar a un país confiscando descaradamente sus valores materiales o morales. Tiene que hacerlo a través de un proceso de corrupción interna. Igual que en la esfera material el saqueo de la riqueza de un país se consigue inflando la moneda, así también hoy se puede observar cómo el proceso de inflación está siendo aplicado a la esfera de los derechos. Ese proceso implica un crecimiento tal de unos «derechos» recién promulgados, que la gente no se da cuenta del hecho de que el significado del concepto ha sido invertido. Igual que el dinero malo desplaza al bueno, esos «derechos de pacotilla» deniegan los verdaderos derechos.

 

Considerad el curioso hecho de que nunca ha habido tal proliferación, en todo el mundo, de dos fenómenos contradictorios: de supuestos nuevos «derechos» y de campos de trabajos forzados.

 

El «truco» fue traspasar el concepto de derechos del terreno político al económico.

 

Mantén presente en todo momento el significado del concepto «derechos» mientras lees la lista que la plataforma propone:

 

  1. El derecho a un trabajo útil y remunerado en las industrias, tiendas, campos y minas de la nación.
  2. El derecho a ganar lo suficiente para proporcionar alimentación, vestido y recreación adecuados.
  3. El derecho de todo agricultor a producir y vender sus productos a un precio que le dé a él y a su familia una vida digna.
  4. El derecho de todo hombre de negocios, grande y pequeño, a comerciar en un ambiente sin competencia desleal y sin el dominio de monopolios, dentro y fuera del país.
  5. El derecho de toda familia a una vivienda decente.
  6. El derecho a una atención médica adecuada y a la oportunidad de alcanzar y gozar de buena salud.
  7. El derecho a la protección adecuada ante los temores económicos de vejez, enfermedad, accidentes y desempleo.
  8. El derecho a una buena educación.

 

Una única pregunta añadida a cada una de esas ocho cláusulas dejaría claro el asunto: ¿A costa de quién?

 

Empleos, comida, ropa, recreación (!), viviendas, atención médica, educación, etc., no crecen en la naturaleza. Son valores hechos por el hombre, son bienes y servicios producidos por hombres. ¿Quién ha de proporcionarlos?

 

El que unos hombres tengan derecho a los productos del trabajo de otros significa que esos otros están siendo privados de sus derechos y condenados a trabajos forzados.

 

Ningún hombre puede tener derecho a imponerle una obligación indeseada, un deber inmerecido o una servidumbre involuntaria a otro hombre. No puede haber tal cosa como «el derecho a esclavizar».

 

Un derecho no incluye la materialización de ese derecho por otros hombres; incluye solo la libertad de conseguir esa materialización con el propio esfuerzo.

 

Observad, en este contexto, la precisión intelectual de los Padres Fundadores [de los Estados Unidos]: ellos hablaron del derecho a la búsqueda de la felicidad, no del derecho a la felicidad. Significa que un hombre tiene derecho a realizar todas las acciones que considere necesarias para lograr su felicidad; no quiere decir que otros tengan la obligación de hacerle feliz a él.

 

El derecho a la vida significa que un hombre tiene derecho a mantener su vida a través de su propio trabajo (en cualquier nivel económico, hasta donde su capacidad le lleve); no quiere decir que otros tengan que proporcionarle lo que necesita para vivir.

 

El derecho a la propiedad significa que un hombre tiene derecho a tomar las medidas económicas necesarias para adquirir una propiedad, usarla, y disponer de ella; no quiere decir que otros deban proporcionarle esa propiedad.

 

El derecho a la libertad de expresión significa que un hombre tiene derecho a expresar sus ideas sin temor a represión, interferencia o acción punitiva por parte del gobierno. No significa que otros deban proporcionarle una sala de conferencias, una emisora de radio, o una imprenta, a través de las cuales pueda exponer sus ideas.

 

Toda iniciativa que involucre a más de un hombre requiere el consentimiento voluntario de cada uno de los participantes. Cada uno de ellos tiene derecho a tomar sus propias decisiones, pero ninguno de ellos tiene derecho a imponerle su decisión a los otros.

 

No existe el «derecho a un trabajo»; solo existe el derecho al libre comercio, es decir: el derecho de un hombre a aceptar un empleo si otro hombre decide contratarlo. No existe el «derecho a una vivienda», solo el derecho al libre comercio: el derecho a construir una casa o a comprarla. No existe el «derecho a un salario “justo” o a un precio “justo”» si nadie opta por pagarlo, por contratar a un hombre o comprar su producto. No existen los «derechos de los consumidores» a leche, zapatos, películas o champán, si no hay productores que decidan fabricar tales artículos (solo existe el derecho a fabricar esos productos uno mismo). No hay «derechos» de grupos especiales, no hay «derechos de agricultores, de trabajadores, de empresarios, de viejos, de jóvenes, de los no nacidos». Solo existen los Derechos del Hombre: los derechos que cada hombre posee individualmente, y que todos los hombres poseen como individuos.

 

El derecho a la propiedad y el derecho al libre comercio son los únicos «derechos económicos» del hombre (son, en realidad, derechos políticos), y no puede haber tal cosa como una «Declaración de Derechos económicos». Pero observad cómo los defensores de estos últimos prácticamente han destruido a los primeros.

 

Recordad que derechos son principios morales que definen y protegen la libertad de acción de un hombre, pero sin imponerles obligaciones a otros hombres. Los ciudadanos privados no son una amenaza para los derechos o la libertad de sus vecinos. Un ciudadano privado que recurre a la fuerza física, violando de esa forma los derechos de otros, es un criminal, y los hombres tienen protección legal contra él.

 

Criminales y delincuentes son una pequeña minoría en cualquier época o país. Y el daño que le han hecho a la humanidad es infinitamente pequeño comparado con los horrores –con el derramamiento de sangre, las guerras, las persecuciones, las confiscaciones, las hambrunas, las esclavitudes, las destrucciones masivas– perpetrados por los gobiernos de la humanidad. Potencialmente, el gobierno es la amenaza más peligrosa contra los derechos del hombre: el gobierno tiene un monopolio legal sobre el uso de la fuerza física contra víctimas legalmente desarmadas. Si no está limitado y restringido por los derechos individuales, el gobierno es el enemigo más mortal de los hombres. La Declaración de Derechos no fue escrita como protección contra acciones privadas, sino contra medidas gubernamentales.

 

Ahora observad el proceso a través del cual están destruyendo esa protección.

 

El proceso consiste en imputarles a ciudadanos privados violaciones específicas que están constitucionalmente prohibidas solo para el gobierno (y que los particulares no tienen forma de cometer), liberando así al gobierno de toda restricción.

 

«Censura» es un término aplicable solo a la acción gubernamental. Ninguna acción privada es censura. Ningún individuo ni institución privada puede silenciar a un hombre o prohibir una publicación, solo el gobierno puede hacerlo. La libertad de expresión de los particulares incluye el derecho a no estar de acuerdo con sus antagonistas, a no escucharlos y a no financiarlos.

 

Pero según las doctrinas como la «Declaración de Derechos económicos», un individuo no tiene derecho a disponer de sus propios medios materiales según sus propias convicciones, sino que está obligado a darle su dinero indiscriminadamente a cualquier parlanchín o propagandista, y esos sí que tienen «derecho» a la propiedad de ese individuo.

 

Eso significa que el ser capaz de proporcionar herramientas materiales para expresar ideas priva a un hombre del derecho a tener sus propias ideas. Significa que un editor tiene que publicar libros que considera inútiles, falsos o malvados; que un patrocinador de televisión tiene que financiar a comentaristas que deciden insultar sus convicciones; que el dueño de un periódico está obligado a ceder sus páginas editoriales a cualquier delincuente juvenil que esté invocando la esclavitud de la prensa. Significa que un grupo de hombres adquiere un «derecho» ilimitado, mientras otro grupo queda reducido a una impotencia irresponsable.

 

Y como es obviamente imposible darle un trabajo, un micrófono o una columna en el periódico a todo el que lo pida, ¿quién va a determinar la «distribución» de esos «derechos económicos» y elegir quienes son agraciados, si el derecho de los propietarios a decidir ha sido abolido?.

 

Y si cometes el error de pensar que esto se aplica solo a los dueños de las grandes propiedades, más te vale ser consciente de que la teoría de los «derechos económicos» incluye el «derecho» de cualquier aspirante a escritor –cualquier poeta bohemio, cualquier compositor de ruido, y cualquier artista no objetivo (con enchufe político)– a la ayuda financiera que tú no les diste cuando no fuiste a sus shows. Y si no, ¿qué otra cosa puede significar el proyecto para gastar el dinero de tus impuestos en subvencionar el arte?

 

Y mientras la gente pide a gritos «derechos económicos», el concepto de derechos políticos va desapareciendo. Se olvida que el derecho a la libertad de expresión significa libertad para que cada uno exprese sus propias opiniones y asuma las posibles consecuencias, incluyendo el hecho de que otros no estén de acuerdo con él, o en su contra, que asuma el riesgo de la impopularidad y la falta de apoyo. La función política del «derecho a la libertad de expresión» es proteger a los disidentes y a las minorías impopulares de la supresión por la fuerza, no garantizarles el apoyo, las ventajas y los beneficios de una popularidad que no se han ganado.

 

Cualquier supuesto «derecho» de un hombre, que necesite que sean violados los derechos de otro, no es ni puede ser un derecho.

 

Referencia:

La Virtud del Egoísmo y Capitalismo: el Ideal Desconocido. (1963). Ensayo completo, publicado en La Virtud del Egoísmo y en Capitalismo: el Ideal Desconocido. (1963). Traducción: Objetivismo.org. Recuperado de https://objetivismo.org/derechos-del-hombre/

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