Educación Financiera: La Burbuja de los Tulipanes

Publicado en por Fran Lombardo T.

Una burbuja económica (también llamada burbuja especulativa, burbuja de mercado o burbuja financiera) es un fenómeno que se produce en los mercados, en buena parte debido a la especulación, que se caracteriza por una subida anormal, incontrolada y prolongada del precio de un activo o producto, de forma que dicho precio se aleja cada vez más del valor real o intrínseco del producto.

 

El motivo que llevó a Holanda a esta profunda crisis fueron los desorbitados precios que alcanzaron los tulipanes en el siglo XVII en Holanda y su posterior caída en picado de los mismos, lo que llevó a muchas personas a la más absoluta ruina. En 1559 llegan a Holanda los primeros tulipanes. Provenientes de Turquía, donde se consideraba una flor sagrada, pronto se extendió como una plaga por los terrenos holandeses, donde las características del suelo ganado al mar, resulta óptimo para su cultivo. En los años siguientes aparecieron diferentes tipos de tulipanes nunca vistos hasta antes, más altos, más coloridos, diferentes tonalidades... en poco tiempo el tulipán se había consolidado como un símbolo de ostentación y poderío económico entre la alta sociedad holandesa, todo el mundo quería tener uno.

 

El proceso por el cual el tulipán cambiaba de color era un secreto en aquel entonces para los agricultores (hoy se sabe que ese proceso se debe al virus inoculado por el pulgón a la planta), que intentaron dar con un proceso que les proporcionara tulipanes de colores a su gusto. El color de la flor era aleatorio, nadie podía controlar de qué color sería un tulipán hasta que no había florecido, con lo que ciertos tulipanes con ciertos colores estaban mejor cotizados que otros más comunes, con lo que el precio de la flor comenzaba a subir paulatinamente.

 

 

Acuarela anónima del XVII del Semper Augustus, el bulbo más famoso, vendido por un precio récord de 6000 florines.


 

A comienzos de la segunda década del siglo XVII el precio de los tulipanes comenzó a crecer de forma descontrolada hasta precios increíbles: se llegaron a vender casas señoriales, campos de cultivo, o granjas enteras a cambio de un solo bulbo. El precio de los tulipanes subía sin parar, nadie veía el fin a un negocio que dejaba unos rendimientos de hasta el 500% al inversor. Gran parte de la alta sociedad holandesa comenzó a depositar toda su fortuna en el cultivo del tulipán. Nombres de coloridas variedades como el “viseroij” eran sinónimo de riqueza instantánea.

 

Pero a esta locura colectiva todavía le quedaba un coletazo mayor: en 1636 la peste bubónica asola gran parte e Europa, dejando la mano de obra realmente escasa. La reacción no se hizo esperar: el precio del bulbo se disparó por las nubes (si es que ya no lo estaba). Hipotecas sobre sus propios hogares, trabajos gratuitos hasta 15 años, todo valía para invertir en el tulipán. La locura llegó a extremos que ni el comprador ni el vendedor había visto en su vida el tulipán que se estaba vendiendo, tan solo operaban con un bono sobre un “teórico” tulipán que estaba plantado en algún campo ganado al mar.

 

Todo valía para comprar tulipanes, los beneficios eran extraordinarios y a mediados de los años 30 del siglo XVII grandes y pequeños inversores habían hecho fortunas increíbles en cuestión de pocos años. Todo era ganancias y lujo. Hasta que llegó el 5 de febrero de 1637.

 

Evolución del precio del tulipán en Holanda entre 1636 (12 de noviembre) y 1637 (1 de mayo). Thompson, Earl A. (2007).

 

Aquel día se hizo la última gran venta de tulipanes: 99 tulipanes a 90.000 florines (unos 15.000 euros hoy en día). El 6 de febrero medio kilo de tulipanes salían a la venta por un precio inicial de 1.250 florines y nadie pujó por ellos. Las voces más críticas con el mercado podríamos llamarlo “tulipanero” se hicieron escuchar clamado por el absurdo precio que habían alcanzado aquellas flores que tan solo florecían dos semanas al año: el mercado había reventado.

 

La psicosis colectiva ordenaba a todo el mundo vender y vender, pero no había un solo comprador dispuesto a desembolsar las fortunas que se había pedido hasta ese día. Para la gran mayoría de los inversores ya era demasiado tarde para bajarse del tren: el precio de los tulipanes caía de forma brutal. Casas hipotecadas, créditos salvajes a largos años a cambio de unas flores que en esos momentos no valía nada, nadie las quería. A los pocos días los pequeños inversores había entrado en quiebra perdiendo todas sus posesiones. A la semana grandes familias estaban en bancarrota y a las pocas semanas Holanda entraba en quiebra. Los ayuntamientos ordenaban leyes que anulaban las deudas contraídas por los inversores y los juzgados se colapsaban de acreedores, pero para la mayoría ya era demasiado tarde.

 

Se acababa de un plumazo el sueño de ser rico al instante y lo que es peor, miles de personas habían perdido casas, trabajo o familia: no tenían absolutamente nada.

 

El tulipán era un producto exótico, raro, valioso y que se revalorizaba con rapidez en un contexto social de expansión comercial y económica. Nada irracional, pues...

 

La tulipomanía no fue algo irracional y los tulipanes eran un producto de lujo relativamente novedoso en un país cuya riqueza y redes comerciales se estaban expandiendo a un ritmo frenético. Cada vez había más gente que podía permitirse lujos y los tulipanes eran bonitos, exóticos y representaban el buen gusto y la buena educación entre los miembros más cultos de la clase mercante. Muchas de las personas que compraban tulipanes también adquirían cuadros o coleccionaban rarezas como, por ejemplo, conchas.

 

Los precios subieron porque era difícil cultivar tulipanes y que florecieran en la manera más popular o con los pétalos moteados. Sin embargo, no era irracional pagar un precio tan alto por algo que era considerado generalmente de valor y por lo que otra persona estaba dispuesta a pagar aún más dinero.

 

La crisis de los tulipanes tampoco fue frenética. De hecho, la mayor parte del tiempo la compraventa fue bastante calmada y se llevaba a cabo en las tabernas y en los barrios, y no en el mercado bursátil. También fue bastante organizada y se establecieron varias empresas en las ciudades para cultivar, comprar y vender. También surgieron varios comités de expertos para supervisar su comercio. Entre todos los documentos examinados, no encontré ningún bulbo que hubiera cambiado de manos cientos de veces, de hecho, nunca me encontré con una cadena de más de cinco compradores y muchas veces eran más cortas.

 

Los precios podían ser altos, pero la mayoría no lo eran. Aunque es cierto que los tulipanes más caros podían costar alrededor de 5.000 florines (el precio de una casa bien equipada) solo conseguí identificar a 37 individuos que se hubieran gastado más de 300 florines en bulbos, el equivalente al salario anual de un maestro artesano. Muchos de los tulipanes eran mucho más baratos, con la excepción de un par de casos donde los compradores procedían de la clase mercante adinerada y podían permitirse los bulbos.

 

A pesar de lo que se piensa, no eran todos, sino muy pocos los deshollinadores o tejedores que comerciaron con tulipanes y los pocos que lo hacían procedían de las clases de mercantes y artesanos de alta estima. La mayoría de los compradores y vendedores estaban conectados entre sí por las familias, la religión o la vecindad, de ahí que mayoría de los vendedores vendía a gente de su entorno.

 

Un crac controlado y poco doloroso

La burbuja no estalló porque entrara gente ingenua y malinformada en el mercado de los tulipanes, sino más bien por temores de un exceso en la oferta y la insostenibilidad del aumento de los precios durante las primeras cinco semanas de 1637.

 

De hecho, ninguno de los bulbos estaba disponible (todos estaban sembrados bajo tierra) y no se podía intercambiar dinero hasta que se pudieran intercambiar los bulbos en mayo o junio. De ahí que aquellos que perdieron dinero durante el crac de febrero solo lo hicieron de forma teórica: probablemente no cobrarían el dinero en el futuro. Cualquier persona que hubiera comprado y vendido un tulipán en papel desde verano de 1636 no había perdido nada. Solamente aquellos que esperaban por su pago estaban en problemas y se trataba de gente que podía soportar las pérdidas.

 

Ninguna persona murió ahogada los canales y no encontré ningún caso de bancarrota durante estos años que pudiera estar vinculado a alguien que hubiera comerciado durante el fatal boom financiero de la tulipomanía. Si los compradores y vendedores de tulipanes aparecían en los registros de insolvencia, era porque habían comprado inmuebles o bienes o se trataba gente que había caído en bancarrota por algún otro motivo: todavía tenían suficiente dinero como para seguir gastándoselo.

 

La mayor parte de lo que el escritor Charles Mackay cuenta sobre la tulipomanía procede de las canciones satíricas de 1637 y ahora se repite constantemente. Sin embargo, lo que estamos leyendo son los temores de la gente del siglo XVII sobre un hecho que ocurrió en el siglo XVII.

 

No se trata de que los nuevos inversores provocaran el crac del mercado de los tulipanes o de que la estupidez y la codicia se apoderara de los que comerciaban con tulipanes. Pero todo esto y los posibles cambios sociales y culturales a causa de los grandes cambios en la distribución de la riqueza era algo que la gente temía por aquel entonces y algo que la gente sigue temiendo.

 

La tulipomanía se menciona una y otra vez a modo de precaución para que los inversores no sean estúpidos o para que se mantengan al margen de cosas que para otros son positivas. Sin embargo, la crisis de los tulipanes fue un evento histórico que sucedió en un contexto histórico concreto.

 

 

Referencia:

LA CRISIS DE LOS TULIPANES O “TULIPOMANÍA”. Gepeese Portal Educativo para la Educación Financiera en Educación Secundaria Obligatoria. Recuperado de
http://www.gepeese.es

La burbuja de los tulipanes es un mito: ni fue irracional ni llevó a nadie a la bancarrota. Autor: Anne Goldgar, King's College London. Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Traducido por Silvestre Urbón. Recuperado de: https://magnet.xataka.com/en-diez-minutos/la-burbuja-de-los-tulipanes-es-un-mito-ni-fue-irracional-ni-llevo-a-nadie-a-la-bancarrota

 

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